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(1949)
Del libro Arquitectura y Planeamiento (Ed. Infinito, Buenos Aires)
Con el desarrollo de la era maquinista, rápidamente
se desintegró la coherencia y eficiencia de la antigua comunidad,
caracterizada por la artesanía. La falta de trazado de una nueva y bien
integrada comunidad, que se ajustara a las distintas condiciones de vida
de la era maquinista, es el más serio retroceso en la promoción de un
genuino crecimiento democrático.
Falta de un trazado integral
El cuerpo llamado "sociedad" es una entidad indivisible que no puede
funcionar cuando algunas de sus partes no son integradas o son
abandonadas; y cuando no funciona correctamente, enferma. La enfermedad
de las actuales comunidades en los países "civilizados" es el resultado
lamentable de los fracasos del hombre en ubicar necesidades humanas
básicas por encima de los requerimientos económicos e industriales.
Abrumada por las potencialidades milagrosas de la máquina, la
codicia cotidiana humana ha intervenido en el ciclo biológico del
compañerismo humano que mantiene saludable la vida de una comunidad. En
el más bajo nivel de la sociedad, el hombre ha sido degradado al ser
empleado como instrumento industrial; ésta es la verdadera causa de la
amarga lucha entre capital y trabajo y de la ruptura de las relaciones
comunales. La vida de la comunidad debe ser equilibrada nuevamente; el
impacto de la máquina debe ser humanizado. La llave de una exitosa
rehabilitación de la comunidad es el propósito de convertir el elemento
humano en el factor dominante.
La creciente indiferencia social
El tamaño descomunal de las despersonalizadas administraciones
actuales de la ciudad ha crecido más allá de la escala humana. El
habitante común de la ciudad no tiene contacto personal con sus
representantes electos; es obligado a rendirse a un poder distante. Como
consecuencia, la creciente indiferencia social ha empobrecido las
relaciones de la comunidad. La irresponsabilidad y el aislamiento social
se están difundiendo. Arte, ciencia y religión son en la actualidad
islotes inconexos; una nueva síntesis debe agrupar nuevamente lo que
ahora está, desgraciadamente, desvinculado. Sólo entonces, llevado por
una nueva fe, podrá integrarse al individuo dentro de su comunidad.
La ciencia, el arte y la filosofía están listos para proveer los
elementos para un nuevo orden. El alimento, la recreación y la libertad
pueden ser contenidos por todos, pero un método práctico de colaboración
y distribución debe ser aún encontrado. Solamente dentro de su propio
vecindario podrá el ciudadano actual experimentar y aprender el
procedimiento democrático de dar y recibir. Unidades vecinales sanas
son, por lo tanto, la simiente de mejores relaciones humanas y de
niveles de vida superiores. Ayudar a desarrollar un sentido de lealtad
comunitaria que encuentra expresión en la acción convenida hacia un
progreso social y cívico.
Los problemas de la vivienda y su relación con los demás
Una finalidad tan amplia no puede ser llevada a cabo solamente por
medio de un mejor alojamiento. La vivienda, tenida en cuenta únicamente
como una de las múltiples funciones de la comunidad, no puede ser
encarada separadamente sin constatar la capacidad de absorber nuevas
áreas residenciales que tienen las comunidades vecinas y de proveer una
buena circulación y correcta vinculación entre los distritos de
habitación, lugares de trabajo y áreas de recreación. El cuidadoso
estudio de un plan orgánico de la comunidad como estructura
indispensable debe preceder cualquier programa de viviendas. Sin él, aun
viviendas nuevas pueden convertirse rápidamente en áreas inútiles y
convertirse en gasto abrumador.
El cuidadoso planeamiento de las comunidades, conducido por
comisiones locales de planeamiento, debería convertirse en un requisito
anterior a cualquier apoyo público para viviendas. Aun más, la tendencia
actual hacia la descentralización debe ser cuidadosamente vigilada si
no queremos que nos conduzca a conjuntos de viviendas dispersos y sin
relación con un plan.
Trazado básico de las comunidades
Una bien planteada rehabilitación de la comunidad parece necesitar
primero drásticas medidas para estimular el interés comunitario y la
responsabilidad de cada ciudadano, haciéndolo participar activamente en
los asuntos locales. Para alcanzar esa meta, la estructura
administrativa de la comunidad debe ser humanizada, es decir, llevada a
una escala humana. Debería basarse en unidades vecinales
auto-suficientes, convertidas en entidades diferenciadas, lo
suficientemente pequeñas como para servir de organismos de reactivación
de intercambio social. Después de una generación de verificación y
errores, arquitectos y técnicos en planeamiento se han puesto de acuerdo
sobre el siguiente trazado básico de la comunidad con miras a un futuro
inmediato.
La más pequeña unidad comunitaria auto-suficiente –básica para las
áreas urbanas y rurales por igual- debería ser la "unidad vecinal" de
5.000 a 8.000 habitantes, que es la población suficiente para asegurar
el funcionamiento eficiente de una escuela elemental.
La unidad administrativa inmediatamente mayor debería ser un recinto
o distrito en la ciudad o un municipio rural, incluyendo cada una un
grupo desde cinco a diez unidades vecinales –es decir, desde 25.000 a
75.000 personas- con una escuela secundaria en su centro.
Finalmente, la mayor unidad debería ser la ciudad entera o la
metrópoli con facilidades de primer orden para la educación y
recreación. Cada unidad vecinal de este tipo debería tener su propio
gobierno local independiente.
Un lineamiento gubernamental como el mencionado aseguraría una
influencia más directa de la voluntad de la población sobre su propia
administración, al mismo tiempo que desarrollaría un sentido de espíritu
comunitario. Las vinculaciones entre familias, amigos y equipos
cooperativos tendrían una mejor oportunidad como factores creativos de
la vida ordinaria. La participación directa en la vida corporativa de la
ciudad vecinal se convertiría así en una función natural de cada
ciudadano, protegiéndolo contra la soledad y el aislamiento. Sin
considerar algunos ermitaños recluidos, el hombre es un animal gregario
cuyo desarrollo está siempre acelerado y mejorado por la vida en una
saludable comunidad. La influencia recíproca de unos individuos sobre
otros es tan esencial al desarrollo mental como es la comida necesaria
al cuerpo. Aislado, sin el contacto de su comunidad, la mente del
ciudadano se adormece y su crecimiento se paraliza.
El punto de vista humano
En correspondencia con la administración local a escala humana, la
escala física de tal estructura social orgánica también debe ser humana;
es decir, debe integrarse en el ciclo diario de veinticuatro horas, ya
que el hombre y no las máquinas, determinan la escala fundamental.
El tiempo empleado en el transporte diario no debe totalizar más de
treinta a cuarenta minutos. La dimensión de la unidad vecinal –sea rural
o urbana- debería reducirse a distancias a pie, ya que es el andar de
los seres humanos el que debe definir el alcance del espacio de la vida
local. Todos los lugares de actividad e interés en la unidad vecinal
deberían estar comprendidos dentro de una distancia máxima de diez a
quince minutos a pie. De tal modo, el área estaría confinada a un radio
de alrededor de media milla o aún menos. (…)
La nueva articulación regional
Por medio del interés cívico y la lealtad proveniente de las buenas
relaciones dentro del vecindario inmediato y a través de un saludable
espíritu competitivo y el orgullo en los resultados, la articulación
regional se desarrollará nuevamente después de haber sido perdida en la
conmoción industrial del pasado. La delincuencia y el crimen también
disminuirán con las mejores características sociales de la unidad
vecinal; porque se ha descubierto que los males sociales resultan de la
falta de coherencia y efectividad del grupo social antes que de factores
biológicos y psicológicos, o de la pobreza misma. De tal modo que, por
medio de previsiones y un correcto planeamiento del medio físico vecino
bien integrado, la unidad vecinal tiene una buena oportunidad de crear
su propia identidad, de retenerla y fortalecerla. Un buen plano de una
comunidad no puede de por sí crear un espíritu comunitario pero puede
proveer un medio lleno de posibilidades.
El centro cívico de la unidad vecinal es el corazón del organismo
comunal que coordina las posibilidades de una vida rica y diversificada y
del cual se desprenden las arterias sociales que determinan el carácter
y fuerza del grupo entero. Desde el comienzo, un centro como éste
requiere un salón de reuniones y varios locales para las comisiones, y
podría ser perfectamente desarrollado en vinculación con la escuela. Es
aquí que la gente misma puede conducir su vida diaria en contacto con
grupos de todas las edades e influir tanto en la administración como en
las actividades culturales. Como núcleo social, el centro cívico brinda
una dirección y estimula los esfuerzos de grupos concentrados, al mismo
tiempo que permite a cada individuo, a través de una atractiva
participación, alcanzar su entero valor dentro de la comunidad (...)
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